Antes, durante y después del contacto cero
- De Lágrimas a Canciones
- 18 mar 2024
- 8 Min. de lectura
Nadie habla de lo difícil que es lograr contacto cero cuando terminas la relación con un psicópata narcisista integrado.

Permíteme explicarte primero de qué va esta herramienta de recuperación: El contacto cero es la mejor herramienta que puedes utilizar para recuperarte del abuso psicopático. Consiste en cortar todo tipo de comunicación con el agresor. Es decir, bloquearlo de llamadas, mensajes, redes sociales, no acudir a lugares en donde te lo puedas encontrar, no volverlo a ver, no comunicarte con amigos en común, no volver a ver fotos o videos de ustedes dos juntos, etc. Cortar por completo y evitar pensar en él. Esto es con el fin de que puedas salir psíquicamente de la dinámica de abuso y puedas fortalecer tu autoestima y tu capacidad de tomar decisiones. La idea del contacto cero es resetearte y poder tomar el control de tu vida, tus decisiones y desintoxicarte de aquel parásito que te hizo tanto daño. Suena increíble, ¿no? Como si fuera tan fácil dejar de contestar llamadas… suena casi como un acto de magia en donde desapareces al psicópata y sales engrandecida en tu nueva era. ¡JA! Pues no lo es… y por eso quise compartirte mi experiencia dividida en tres etapas:
ETAPA UNO
ANTES DEL CONTACTO CERO
Desde el momento en el que empecé a ponerle nombre y apellido a los eventos de maltrato y a reconocerme como víctima de violencia, empecé a sentirme más fortalecida y menos confundida. Ya que antes solía sentirme culpable por todo, me sentía insuficiente, confundida, me sentía con el autoestima en el suelo y muy chiquita, sentía que cualquiera podía pasar por encima de mis límites y que no tenía la fuerza necesaria para salir adelante. Yo de verdad me creía un fracaso que era incapaz de tomar decisiones sin consultarlas antes con el agresor. Sin embargo, cuando empecé a identificar situaciones de abuso, dejé de sentir que yo era la que estaba mal. Yo decía: “Mr. L. Esto que estás haciendo es manipulación” “Eso que sucedió frente a nuestras hijas fue un evento de violencia económica” “Si me insultaste hace rato, aunque tu me digas que no fue así, yo tengo otra versión de lo que pasó…. Me estás queriendo hacer gaslighting”. Y así, uno por uno, me fui validando y reconociendo. Entonces toda esa sensación de ser inútil, insuficiente, incapaz o chiquita… fue convirtiéndose en enojo y sed de justicia, pero no entendía qué seguía después.
Es decir, primero yo era ciega al abuso; después se convirtió en un “ya lo vi, no estoy loca, estoy siendo violentada, pero… y ¿ahora qué? ¿Qué debo hacer?” Obviamente me venían muchas ideas a la mente. Si me iba de casa, yo sentía que el psicópata me buscaría para maltratarme más, por consiguiente no me atrevía a hacerlo. También pensé que poniendo límites, hablando con él, tomando terapia de pareja y rezando, lograría sacar adelante mi relación. Pero en ese momento yo no sabía que él era psicópata y que un psicópata no tiene solución… y adivina cuánto tiempo estuve atorada en esta etapa de creer que yo podría manejar la situación… ¡¡¡Seis años!!! ¿Puedes creerlo?

De los 14 años que duró mi relación, los últimos seis fue un periodo totalmente agotador, pues me mantenía luchando esperanzada por malabarear la violencia, para cambiarla y desaparecerla de mi vida. En esos seis años, yo tomaba terapia, hacía ejercicio, meditaba, aprendí muchas técnicas para poner límites (ninguna de éstas sirve con un psicópata, por lo que mi esfuerzo era en vano), comencé a emprender para tener más ingresos y no depender de Mr. L. Todo, de verdad que hice de todo, pero al final nada era suficiente. Fue tal mi lucha que un día simplemente, me rendí. Y qué hermoso momento es aquel cuando te rindes para ganar. Léelo de nuevo: TE RINDES PARA GANAR. Me rendí y decidí que no podía sola, entonces le llamé a mi mamá. Recuerdo ese momento, yo acostada en la cama, sin dejar de llorar, le hablé y sólo pude verbalizar: “ayúdame a salir de aquí”. Fue entonces cuando yo sentía que ya no había vuelta atrás. Y es que a pesar de que me sentía incapaz de salir adelante, aceptar esto era inaceptable para mí; ya que yo me mostraba al mundo como una mujer feliz, con la relación de cuento de hadas, con una familia perfecta (esto es clásico en familias Lo que menos quería era que a pesar de mi dolor, la gente me señalara y dijera: mira, la hirieron, le duele. Porque yo creía que eso dolería más que la misma herida. Así que cuando le dije a mi mamá, fue reconocer mi verdad. Una verdad en donde yo no era feliz pero tampoco tenía la culpa de no serlo. Una verdad en donde yo estaba cansada de buscar lo imposible (que el psicópata me amara). Una verdad en donde “yo podía sola” (y no por poder, sino por sentirme sola). Sí, por fin lo había reconocido. Algo que ni siquiera a mi propio terapeuta había logrado decirle: “ya no aguanto más”. Y así, con la cabeza abajo de sentir que había fracasado en mi relación, fui reconociéndolo persona por persona. Primero mi mamá, luego mis hermanas, después mi papá y más adelante mis amigas. Yo sentía que alguien me iba a decir la famosa frase: “y, ¿si hablan? ¡Lucha por tu matrimonio!” Pero no… en realidad todos dijeron “no te mereces esto, cuenta conmigo” Y así fue. Por fin, me separé.
ETAPA DOS:
INICIA EL CONTACTO CERO
Es horrible. Es difícil. Es una de las experiencias más enloquecedoras que me ha tocado experimentar.

Recuerdo que yo no ubicaba el contacto cero como salvavidas de recuperación frente al abuso psicopático. La realidad es que lo hice como medida de instinto de supervivencia porque, para ese momento, yo era muy consciente de cómo él me jugaba con mi mente. Yo temía ser manipulada y regresar con él, y sabía que cada que regresábamos, el periodo de love bombing era inmenso y glorioso; pero al término de éste, la violencia escalaba sin medida. Así que empecé el contacto cero y me sentía muy temerosa. Yo desconfiaba de mi misma para protegerme de su manipulación, por lo que de nuevo, pedí ayuda. A mis hermanas, amigos, papás, mi terapeuta, ¡a todos! “Ayúdame a no contestarle, por favor” . Auténticamente, con la vergüenza en todo su esplendor, les dije a todos “me declaro completamente adicta a este ser despreciable, por favor, ayúdenme a evitarlo a toda costa”. Y aunque sé que suena super exagerado o dramático, así fue. Y además, no es para nada exagerado, después me di cuenta que efectivamente, las víctimas de violencia sufrimos cambios cerebrales que nos vuelven adictas al agresor. Una vez más, no conocía la teoría, pero actuaba adecuadamente por mi propio instinto de supervivencia.
ETAPA TRES:
DESPUÉS DE HABER COMENZADO EL CONTACTO CERO
Como dije anteriormente, es enloquecedor. Ya que a veces sientes que lo extrañas o que todavía puedes luchar más por tu relación. Pero en realidad a quien extrañas es a su máscara y no a su verdadero ser. En otras ocasiones te sientes de la chingada, no quieres hacer nada, estás profundamente triste. También pasas por periodos de mucho enojo, coraje, rabia y deseos de venganza… pero después viene la seguridad y la fuerza de saber que es lo mejor para ti. Aunque cuando esta etapa cambia, también aparecen momentos de mucha confusión mental, pues cuesta mucho trabajo digerir el nivel de experiencia traumática que acabas de sufrir. Así que… en verdad te digo, es una verdadera locura.
Además, tal como lo predije, este sujeto no se quedó de brazos cruzados y comenzó a acosarme. Me enviaba mails a cada rato, diciendo que por favor no le cuenta a nadie lo que vivimos porque sólo él y yo sabíamos lo que significaba nuestra relación (manipulación a tope), también se dio de alta como paciente en una plataforma de salud mental para que yo le diera terapia, se estacionaba afuera de casa de mis papás y me buscaba día y noche... PERO mi red de apoyo fue más fuerte y me mantuve en contacto cero, aunque obviamente esto lo hacía aún más difícil.

Cuando mi familia o amigos me preguntaban: ¿cómo te sientes? Yo no sabía qué responder, hasta que un día encontré una explicación muy básica para hacerlo. Y dije: “¿ubicas la película de Intensamente? En donde, dentro del cerebro, hay un panel para monitorear las emociones de acuerdo a las experiencias y/o recuerdos. Y cada que una emoción, oprime un botón, éste se torna por completo del color de la emoción. Bien… pues mi panel en estos días y semanas ha sido arcoíris, son tantos colores que no logras ubicar uno en específico, pero sabes que están ahí todos los colores y en todas sus intensidades… Y para acabarla de rematar, mis islas de la personalidad se están destrozando, sobretodo la isla del matrimonio y del amor. Por lo que, por ahora, he decidido no pensar en cómo me siento, sino en qué tengo que hacer para resolver mi aquí y mi ahora. Me enfoco únicamente en las soluciones prácticas como… cuidar mi alimentación para tener energía, revisar el tema legal, acompañar a mis hijas en su proceso, rezar para encontrar consuelo, buscar departamento nuevo para rentar, cambiar de escuela a mis hijas, sacar a pasear al perro, dormir bien, etc. No pienso en mi estado de ánimo, pienso en cómo cuidar de mi." Y la verdad, esta respuesta me ahorró muchísimas explicaciones posteriores porque ya sólo decía “sigo en arco iris” y eso bastaba jaja; sin embargo, mi cuerpo empezó a responder a esta pregunta de cómo te sientes. ¡¡¡Comencé con un síndrome de abstinencia terrible!!! ¡¡¡Era verdad que yo era una completa adicta a este infeliz!!! En las mañanas me despertaba con náuseas y por las noches me daba insomnio. Cuando lograba dormir, tenía pesadillas muy lúcidas y despertaba gritando, llorando o sudando. Durante el día mi mano derecha (un día, este sujeto me oprimió tan fuerte la muñeca derecha que me rompió el hueso) me temblaba o comenzaba a sentir el dolor en el hueso cómo aquel día que este hombre me agredió. Soy testigo de que el cuerpo tiene memoria. Tenía mucha confusión mental, sobretodo falta de atención y concentración. Mi TDA se agudizó gravemente, entonces “se me iba el avión” bien fácil. Me daban migrañas y el síntoma más fuerte de todos: me encontraba exageradamente AGOTADA.
Todo esto fue resultado de estrés postraumático causado por la violencia que viví. Me sentía como un soldado que había salido de la zona de guerra pero mentalmente estaba en medio de una bomba.

Así que decidí poner en pausa el tratamiento que llevaba de psicoterapia psicodinámica y enfocarme más en una terapia enfocada en trauma; así como llamar al psiquiatra y apoyarme de fármacos para TEPT. Encontré una terapeuta en EMDR y mis síntomas disminuyeron mucho. A la fecha tengo algo de insomnio pero ya no me tiembla la mano, ya no tengo náuseas, ni migraña, pero si me llegan flashbacks de episodios de abuso. Volvió mi atención y concentración, sobretodo en mis horas laborales. Y aunque a veces si tengo pesadillas, éstas han disminuido muchísimo. En general, creo que voy bien, aunque sé que falta mucho camino por recorrer y me encanta que me acompañes en éste. La verdad es que el único síntoma que siento que sigue fuerte es la sensación de agotamiento físico y mental; investigando, descubrí que esto se debe al hecho de que mi sistema nervioso se está recuperando de tantos años de altos niveles de cortisol. Es decir, cómo que me estoy reseteando para dejar de vivir "encortisolada" e hipervigilante; lo cual, agradezco porque me choca sentirme en estado de alerta todo el tiempo, pero al mismo tiempo, no sé cómo sea vivir sin eso... es decir, llevo viviendo así 14 años, creo que tengo que aprender mucho sobre cómo vivir serena y en paz, anhelo descubrirlo.
Todos hablan de la importancia del contacto cero, pero nadie te dice lo difícil que es.
Termino este artículo con una frase que me dijo una amiga y me encantó: "Ya saliste, ya se acabó. Ahora tienes un libro abierto y en blanco, ¿qué quieres que diga?"
Por favor, escríbeme en los comentarios cómo te ha ido a ti con el contacto cero o si tienes alguna duda al respecto. Gracias por leerme y ser parte de esta comunidad. No olvides seguirme en Instagram @delagrimasacanciones
Con mucho amor, Esther.